¡Y nos estalló!
Funte: El Norte
Fernando Turner
En un artículo hace un par de meses comentaba que sin cambios sustanciales a la política económica, la paridad nos estallaría. Ya inició el fulminante y podría ser solamente el principio.
Desafortunadamente, en una situación de crisis no atendida como la presente, las opciones se reducen y los peligros aumentan.
Los riesgos a los que nos enfrentamos son potencialmente catastróficos y es necesario ponderarlos para evitar borrascas como las de 1995, 1987, 1982 y 1976. Las circunstancias son parecidas debido a la ineptitud y ceguera de los responsables de la política económica, seguida fidelísimamente desde hace 30 años, a pesar de los fracasos evidentes.
La realidad es que estamos «cajeados». Las reservas del Banco de México, las más altas de toda la historia, se deben totalmente, pues no alcanzan para pagar la deuda interna en poder de extranjeros, cuyo monto es de 144 mil millones de dólares, y la tenencia de acciones en Bolsa mantenidas por extranjeros, las cuales ascienden a 167 mil millones de dólares.
Las reservas de 195 mil millones de dólares equivalen al 66 por ciento de lo que extranjeros pueden sacar del país en unos pocos días. El Banco Central ha seguido la irracional política de pedir prestado a extranjeros al 4 por ciento para crear reservas que ganan cero por ciento.
Con la reducción en los ingresos petroleros y la creciente inestabilidad social, aunado al desinfle de la imagen del País y al inminente aumento de tasas en Estados Unidos, ahora la presión sobre el tipo de cambio es inmensa y solamente es contenida por la fachada de liquidez que produce la ignorancia.
¿Qué acciones puede tomar el Gobierno? A corto plazo, sólo le queda mantener la calma, aparentar que todo está bajo control y esperar que el Espíritu Santo resuelva el problema elevando rápidamente el precio del petróleo para encontrar espacio que permita soluciones de fondo. Por eso el «no pasa nada», «tenemos reservas», «la macroeconomía está sana».
Ante el riesgo inminente, algunos responsables como Carstens empiezan a filtrar su «descontento» y tratan de desmarcarse de las malas decisiones causantes de la impreparación.
Si no pasa nada, se tratará de regresar al Peso lo que se pueda, «para castigar a los especuladores»; y si funciona, seguir así hasta llevarlo otra vez al inflado nivel que haga que sea rentable desinflarlo de nuevo. Todo por contener la inflación, sin reconocer que se origina principalmente por los precios monopólicos del Gobierno y de algunas empresas mal privatizadas.
Pero si pasa, entonces regresaremos a lo vivido en 1995 y eso no es agradable.
Esto nos pasa porque la política fiscal, monetaria, cambiaria y comercial son inflexibles, pues no aprendemos de las crisis.
Debemos entender: no podemos gastar el ingreso petrolero porque crea adicción política para gastar sin freno; porque monetiza dólares inflando la moneda nacional arriba de su valor real y descobija al sector productivo empleador. Porque permite crear programas clientelares que ensucian el juego democrático.
No podemos abrir el comercio exterior con una moneda sobrevaluada porque produce déficits comerciales que deshacen cadenas productivas, perdemos empleos y habilidades y derrochamos en baratijas las divisas del recurso.
Si además abrimos la cuenta de capitales manteniendo tasas de interés más elevadas que en Estados Unidos «para evitar inflación», nos llenamos de dólares especulativos que huyen a las primeras de cambio y detonan el petardo.
Sin cambiar estos elementos, no creceremos, nunca tendremos estabilidad permanente y nos exponemos indebidamente a las crisis externas.
¿Dónde están los Diputados que aprobaron todas estas estrategias en los presupuestos de los últimos años? ¿Dónde está el sector privado para denunciar esta política que destruye empresas y empleos? ¿Dónde las universidades planteando soluciones con estudios críticos?
Entregamos en macolla por miedosos ante el dogma y sus canónigos.
El autor es presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C.