México SA, Precios: doble cuesta
Precios: doble cuesta
Cabalgata en puerta
Empresarios notifican
Fuente: lajormada.unam.mx
Por Carlos Fernández-Vega
Agarraos, mexicanos pagadores, que a la tradicional «cuesta» de enero deberán sumar la «cuesta» de septiembre, porque dicen los comerciantes e industriales que la devaluación del peso frente al dólar «hace insostenible» el actual nivel de precios a los consumidores, de tal suerte que si sus bolsillos de tiempo parecen coladeras a partir del próximo mes corren el riesgo de pulverizarse.
La «volatilidad temporal» (eufemismo de Luis Videgaray y Agustín Carstens para justificar la persistente caída del peso frente a la moneda estadunidense) rebasó cualquier cálculo –comenzando por el de comerciantes e industriales– y ha encarecido la creciente importación de todo tipo de productos, con los alimentos en primera línea, todos ellos cotizados en billetes verdes.
México cada día produce menos e importa más, lo que fortalece la dependencia interna de los mercados externos. Por ejemplo, alrededor de la mitad de los muchos o pocos alimentos que los mexicanos sirven en sus respectivas mesas son importados, pero no es el único renglón, pues es creciente la adquisición de una amplia gama de bienes en mercados foráneos para satisfacer la demanda doméstica.
A pesar de ello, en el Banco de México aseguran que «el traspaso» devaluatorio a los precios internos «ha sido limitado», y sólo se ha reflejado en los precios de bienes duraderos, sin mayores efectos. Y muestra de ello, asegura, es el descenso de la inflación (aunque ello es consecuencia de «la moderada tasa de crecimiento de la actividad económica, que ha propiciado condiciones de holgura y que no se hayan observado presiones sobre los precios»). Además, dice, «se abaratan las exportaciones», mientras el peso sigue en caída libre.
Sin embargo, todo indica que más allá de las oficinas públicas la versión del Banco de México –compartida por la Secretaría de Hacienda– no tiene seguidores, a tal grado que hasta los «aliados naturales» del régimen (los organismos cúpula del sector privado) no sólo encendieron los focos rojos sino que tomaron el micrófono para reclamar agriamente la falta de efectividad de la autoridad monetaria para frenar la sacudida en el tipo de cambio.
Es tradicional que con el arranque del año nuevo, y como parte de la cruda del puente Lupe-Reyes, los mexicanos deben hacer circo, maroma y teatro para medianamente hacer frente a la escalada de precios y tratar de estirar el salario lo más posible. Sin embargo, en este 2015 la «volatilidad temporal» ha llevado al tipo de cambio a niveles nunca antes vistos, mientras la autoridad monetaria se ha limitado a decir que no pasa nada, que los «aliados» decidieron revelarse.
Por ejemplo, la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex), en voz de su presidente Juan Pablo Castañón, anuncia que «los empresarios han soportado la volatilidad cambiaria para mantener la competencia en el mercado, pero a principios de septiembre se mostrarán ajustes (léase aumentos) en los precios por cuestiones naturales de mercado», pues «la volatilidad internacional ha durado más de lo que se esperaba, y ello impacta específicamente a los sectores que dependan de la importación» (es decir, prácticamente todos). Entonces, «a pesar del esfuerzo realizado (comerciantes e industriales) acumulan presiones que difícilmente podrán mantener a raya por mucho tiempo más, por lo que comenzarán a trasladarlos a los precios».
Eso sí, asegura Castañón, la cabalgata de precios «se hará de manera responsable por parte de las empresas». «Responsablemente», pues, vaciarán los de por sí agujereados bolsillos de los consumidores. Sin embargo, dice, «es urgente que el gobierno federal adopte las medidas necesarias para evitar que la devaluación del peso detone la inflación».
Ante tal exigencia, otra de las joyas del gabinetazo peñanietista (Ildefonso Guajardo, secretario de Economía) repite el estribillo: “no hay impacto en el índice nacional de precios al consumidor… Habría que esperar de qué manera se refleja, ya sea en los precios al mayoreo o al consumidor” (léase ante la escalada no moveremos un dedo).
Dicho sea de paso, la pachorra de Guajardo trae a la memoria la placidez con la que el secretario calderonista de Economía, Gerardo Ruiz Mateos, tomaba las cosas en el arranque de octubre de 2008, el año del estallido de la mega crisis. Todo el mundo permanecía hincado y con las veladoras prendidas, y el susodicho cómodamente declaraba que «el gobierno de Felipe Calderón no considera aplicar una estrategia para evitar un impacto de la crisis financiera de Estados Unidos en México, porque tomar medidas extraordinarias sería anticiparnos a algo que todavía no pasa. Si se toman medidas será hasta ver cuál es el impacto del sistema financiero americano a los bolsillos de los mexicanos». Y siete días después todo se derrumbó.
Por su lado, la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin), en voz de su presidente Manuel Herrera Vega, es más claro que el agua: producto de la devaluación del peso, el incremento de precios «es inevitable», toda vez que las empresas agrupadas en ese organismo del sector privado «ya no pueden aguantar más».
Así, detalló, “los sectores industriales que importan insumos incrementarán de manera inmediata el precio de sus productos ante la imposibilidad de soportar por más tiempo el ascenso que han registrado sus costos… Ajustes de esta magnitud (en el tipo de cambio) invariablemente presionan los costos de las empresas que dependen de la importación de productos, materias primas o insumos”.
Y entre los más afectados se cuentan las empresas de equipos de cómputo, comunicación, medición, componentes y accesorios electrónicos; textiles, maquinaria y equipo, transporte; aparatos eléctricos y equipo de generación de energía eléctrica, plástico y hule, entre otros, los cuales, dijo Herrera Vega, «serán los primeros en subir los precios».
En 2015 México importará alimentos por alrededor de 25 mil millones de dólares. Por la devaluación, los mexicanos que los consumen deberán pagar alrededor de 50 mil millones de pesos adicionales como producto de la caída del tipo de cambio (siempre que la relación peso-dólar se estacione en 16.7 por uno), y obviamente los comerciantes que los importan simplemente trasladarán ese diferencial a los consumidores. Súmense medicinas y todo lo demás, y el coctel está listo para servirse.
Las rebanadas del pastel
Pero en el circuito oficial, con el billete verde a 16.68 pesos y el barril de petróleo a 40.20, dicen que aquí todo marcha de maravilla. Agarraos, pues