Medir la pobreza
¿Cómo es posible que la pobreza haya subido, pero la pobreza extrema bajado?
Ésta es la pregunta más insistente que he escuchado sobre la medición de la pobreza que dio a conocer el Coneval la semana pasada.
La otra pregunta es política: ¿No debería renunciar Rosario Robles «por haber aumentado el número de pobres»?
Fuente: elnorte.com
Por Sergio Sarmiento
Empecemos por el principio. Pobreza y pobreza extrema son distintas. El Coneval define pobreza como carencia de cuando menos uno de seis indicadores: educación, salud, seguridad social, vivienda, servicios básicos o alimentación.
Pobreza extrema es tener tres o más carencias y estar además por debajo de la «línea de bienestar mínimo» en ingresos.
Una persona en pobreza extrema no puede adquirir alimentos para tener una vida sana aunque dedique a ello todos sus recursos.
La pobreza y la pobreza extrema obedecen a factores diferentes y sus soluciones son también distintas. La pobreza se cura con empleos. Quienes viven en pobreza extrema, en cambio, no pueden muchas veces obtener o mantener un empleo.
La pobreza extrema es como un pantano del que es muy difícil escapar. Que la pobreza en México haya aumentado de 45.5 a 46.2 por ciento de la población entre el 2012 y 2014 es reflejo del escaso crecimiento económico.
Que la pobreza extrema haya bajado de 9.8 a 9.5 por ciento parece consecuencia de la aplicación de programas sociales.
La pobreza se puede medir de muchas maneras y los instrumentos son debatibles. Julio Boltvinik afirma que la pobreza general realmente afecta a 84.3 por ciento de la población.
Enrique Quintana señala que la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI no parece ser una buena medición; según la ENIGH, por ejemplo, el ingreso bajó 3.5 por ciento en términos reales entre el 2012 y 2014, pero el PIB per cápita y el consumo aumentaron.
Luis de la Calle y Luis Rubio señalaron en «Clasemediero» en el 2010 que México ya no es un país pobre sino de clase media, como lo revelan los patrones de consumo, y que las mediciones imperfectas no nos han permitido darnos cuenta.
Cualquier medición debe ser consistente en el tiempo para comparar y saber si estamos avanzando o retrocediendo.
El indicador más básico y de más largo plazo que publica el Coneval, el de evolución de la pobreza en ingresos (que excluye transferencias gubernamentales no monetarias), muestra un enorme aumento de la pobreza general (antes llamada pobreza de patrimonio) de 52.4 a 69 por ciento entre 1994 y 1996.
Esto fue consecuencia de la crisis económica de 1995 y 1996. A partir de entonces hubo un descenso gradual hasta el 2006, cuando se alcanzó una cifra de sólo 42.9 por ciento.
La pobreza volvió a crecer desde entonces hasta llegar a 53.2 por ciento en el 2014 (de personas con ingreso inferior a la línea de bienestar, en la nueva terminología). La falta de crecimiento económico y la crisis del 2009 parecen ser los factores cruciales de esta tendencia.
Echarle la culpa a Rosario Robles del aumento de la pobreza general no tiene sentido. La Secretaria no está a cargo de la política económica y ha sido la economía la que no ha crecido.
La Sedesol se ocupa de la pobreza extrema, que está bajando al parecer como consecuencia de los programas sociales. Habría pues que aplaudirle, aunque yo me pregunto si estos programas podrán sostenerse en el largo plazo (¿o terminarán como los de Grecia?) y si rescatarán realmente a la gente de la miseria o simplemente crearán adicción a los subsidios.
Mi convicción es que el verdadero problema del país no es la desigualdad sino la pobreza.
Ahora bien, lo primero que tenemos que hacer para combatir un problema es entenderlo. Y no lo entenderemos si no lo medimos.
CHIAPAS
El Estado con mayor pobreza (76.2 por ciento) y mayor pobreza extrema (31.8 por ciento) es Chiapas, pero es también el que más dinero de programas sociales ha recibido desde 1994. Si bien hay una mejora en los últimos años, cabe preguntar si estos programas son realmente la solución.