Igualdad para crecer
Fuente: Reporte Índigo.
La desigualdad económica es percibida por algunos como necesaria para impulsar el crecimiento, pero un estudio del FMI apunta que la redistribución de la riqueza también puede ayudar a lograr esta meta.
POR ALEJANDRO DABDOUB, ROLANDO HINOJOSA – Jueves 6 de marzo de 2014
Entre políticos, académicos y figuras mediáticas interesadas por la economía, los últimos años se han visto marcados por preguntas acerca de la desigualdad económica.
¿Es mala la desigualdad? ¿Puede combatirse a través de programas redistributivos? ¿Se debe sacrificar el crecimiento económico con tal de erradicar la desigualdad, o viceversa?
Una reciente respuesta que se añade al debate es la de un equipo de investigadores del Fondo Monetario Internacional (FMI), que han logrado ofrecer algo de claridad en la material, a pesar de las dificultades de describir con precisión la relación entre la desigualdad y el crecimiento, y de medir los beneficios de las políticas que buscan redistribuir la riqueza para reducir la desigualdad.
En su estudio, Jonathan D. Ostry, Andrew Berg y Charalambos G. Tsangarides concluyen que la redistribución de riqueza, a través de políticas que utilizan la recolección de impuestos para financiar prestaciones sociales, sí es capaz de impulsar el crecimiento económico, por lo menos de forma limitada.
Metodológicamente, los investigadores del FMI se propusieron cuantificar cuánto aumenta el crecimiento la redistribución a través de la reducción de la desigualdad y cuánto lo reduce a través de la reducción de los incentivos por el trabajo.
Para lograr esto, se tuvo que observar los efectos, en los datos de desigualdad de diferentes países, de estas políticas redistributivas, además de realizar ciertas pruebas estadísticas.
En mayor detalle, los investigadores encontraron tres resultados interesantes que ilustran la complicada relación entre la redistribución de ingresos y el crecimiento económico.
El primero es que las sociedades con mayor desigualdad tienden a buscar una mayor redistribución.
Segundo, que una menor desigualdad, postpolíticas redistributivas tiene una correlación con mayor y más duradero crecimiento económico.
Y tercero, que la redistribución de ingresos parece tener un efecto benigno sobre el crecimiento, y solo tiene un efecto negativo en casos extremos.
Aunque los mismos investigadores advierten acerca de las limitaciones de los datos y métodos utilizados en su trabajo, subrayan que la suposición de que hay que realizar un gran sacrificio del crecimiento con tal de redistribuir, o viceversa, no se ve apoyada por la evidencia macroeconómica.
Mayor y más duradero
El reporte del FMI muestra que, entre dos países con una situación redistributiva similar, aquel con la mayor desigualdad de ingresos tenderá a crecer menos.
Más precisamente, pasar del puntaje 50 al 60 en el coeficiente Gini (que mide la desigualdad de una economía, del 0 al 100) reduce en 0.5 puntos porcentuales el crecimiento económico per cápita anual.
Además, si dos países tienen el mismo nivel de desigualdad, los datos muestran que aquel con un mayor nivel de redistribución no tendrá menor crecimiento de forma significativa, ya que la menor desigualdad tiene una correlación con mayor crecimiento y la redistribución no parece lastimar al crecimiento, pero sí reduce la desigualdad; puede decirse que la redistribución y el incremento en el crecimiento mantienen una relación positiva.
Sin embargo, el nivel de crecimiento no es lo único que importa, ya que el cuánto duran los periodos de crecimiento, que tienen sus propios ciclos, también es un factor relevante.
En este sentido, la investigación del FMI también muestra que mientras más desigual sea una economía, mayor la probabilidad de que su periodo de crecimiento se detenga. Específicamente, cada punto de incremento en el coeficiente Gini corresponde a un 6 por ciento mayor de probabilidad de que el crecimiento se detenga próximamente.
Quizá aun más preocupante es lo que la investigación del FMI parece decir acerca de la desigualdad en términos políticos: que en muchos casos es prevenible y que es una decisión.
Igualdad y eficiencia
Los orígenes del debate acerca de redistribución y crecimiento no son recientes. Ya desde 1975 el economista estadounidense Arthur Okun indicó que las sociedades no pueden esperar obtener tanto perfecta igualdad como perfecta eficiencia, y deben escoger cómo balancear sacrificios en una de éstas áreas con tal de obtener ganancias en la otra.
El argumento de Okun está basado en la teoría que un cierto nivel de desigualdad es necesario para impulsar el crecimiento, ya que sin la recompensa potencial de grandes recompensas financieras, los riesgos del emprendedurismo y la innovación se ven frenados, y con esto el crecimiento económico se desacelera.
Pero la desigualdad no viene sin sus costos, tanto sociales como económicos, ya que aquellos con menores ingresos se vuelven menos productivos al no poder cubrir sus necesidades básicas, que además pueden convertirse en un problema de gasto público para sus gobiernos en ciertos casos, como el del cuidado de la salud.
Los estudios suelen estar basados en correlaciones, ningún dato es definitivo. Sin embargo, el estudio del FMI es relevante si se toma en cuenta la creciente desigualdad que se vive en el mundo. El argumento de que la redistribución dificulta el crecimiento pierde peso cada día.