Hundidos en el pasado
Fuente: El Universal.
Porfirio Muñoz Ledo
22 de marzo de 2014
Si atendemos a la proliferación de las propuestas políticas y de las agendas de negociación encontraremos que la palabra más reiterada es «modernización”. Como si la terquedad de nuestro atraso nos incitara a encontrar vías falsas de salida, ninguna de las cuales es capaz de modificar la estructura ancestral de la sociedad, cuyos datos duros desmienten el discurso oficial y desafían la actitud complaciente de los moderados. El fenómeno que determina la vida política y social del país es la desigualdad. Ningún ejercicio ideológico puede construirse válidamente al margen de esa cuestión fundamental, que es historia condensada.
El pasado día lunes en la presentación del libro de Andrés Manuel López Obrador El neoporfirismo, hoy como ayer surgió de nuevo al debate ese gran estigma de nuestra trayectoria nacional tanto como el carácter recurrente de la explotación, la marginación y la subordinación que dieron forma a las relaciones sociales de la dictadura y que, en vez de diluirse durante el periodo revolucionario, se han acrecentado en aspectos fundamentales. Al día siguiente, diversos medios de comunicación publicaban la noticia de que diez empresarios acaparan una fortuna de 133 mil millones de dólares así como el ingreso anual de cerca de 16 millones de hogares equivalentes a menos de dos terceras partes de esa fortuna.
Las evidencias sobre la creciente desigualdad económica y la brecha cada vez más grande entre ricos y pobres no parecen afectar la orientación de la política económica del país. Como si se tratara de una fatalidad histórica que, habida cuenta de la capacidad de las clases dirigentes para desbancar a las instituciones constitucionales mediante la corrupción, tenderá a proseguirse y conservarse cualquiera que sea el orden político que el país adopte.
Según el padre intelectual de la república moderna, el amor a la república es el amor a la igualdad. Ésta no es una virtud moral sino política; por ende un sistema republicano se define también como aquél que garantiza condiciones semejantes de vida y de oportunidades para todos. Nada más distante de ese paradigma que la aberrante subversión de valores en que naufraga el país.
El carácter regresivo de todos los indicadores sociales refuta los dogmas de la economía dominante. El incremento multifactorial y acumulativo de la pobreza, la miseria sin esperanza, la agresiva regresión de los salarios, la dramática insuficiencia de la cantidad y calidad del empleo, la degradación educativa, las condiciones inaceptables de insalubridad y desnutrición infantil hacen inaplazable un nuevo consenso sobre el rumbo y prioridades de la nación.
No podíamos soslayar la importancia que ha tenido en el crecimiento de la desigualdad la distancia establecida entre países “globalizadores” y
“globalizados”. Entre aquellos que han recibido mayores ventajas de los procesos de mundialización y de quienes los han padecido de manera subordinada, obteniendo de ellos ganancias secundarias, a cambio de un incremento acumulativo de la desigualdad en la distribución del ingreso.
Las inequidades existentes son parte de un legado histórico y en particular de un pasado colonial que no hemos acabado de revertir, y que se ha expresado casi siempre en políticas económicas impuestas desde el exterior. Tiene razón López Obrador en que el país retrocedió un siglo en un periodo de 30 años. Cruzaron las fronteras del siglo XXI mexicano, las mismas barreras de entrada del siglo XX, los mismos privilegios, las mismas influencias y semejantes intereses. La realidad económica del país traza a contrariu sensu un programa progresista indiscutible. Quién podría ignorar a estas alturas del partido, dónde está la izquierda, o quién podría argumentar en contra del valor de las ideologías. Lo esencial, como diría el sociólogo de Dresden, es que sobre la desigualdad no puede construirse ningún edificio social: ni las instituciones democráticas ni la normatividad jurídica, ni el estado de derecho ni la soberanía pueden prevalecer. Ese es el verdadero reto.
Comisionado para la reforma política del DF.