El mejor regulador siempre es el mercado
En México, aún no entendemos el valor del mercado, de la propiedad privada y el respeto a los individuos. Por ello, seguimos padeciendo de corrupción, inseguridad, pobreza y mal gobierno.
El mercado crea reglas con la iteración. Los jugadores del juego, compradores y vendedores las crean con su interacción. Las reglas cambian y se adaptan con la experiencia. El objetivo siempre es mantener el juego.
El rol del Estado, entonces, es mantener el juego infinito. La regla de dedo debe ser el no intervenir en las reglas, la información o la intención, ya que:
- El gobierno no tiene, ni tendrá nunca, la capacidad de cómputo de un mercado. Ningún burócrata por más inteligente o equipado puede igualar la inteligencia colectiva del mercado y la infinitud de intenciones. Por eso fracasan las economías dictatoriales, la economía de Estado, sea de “izquierda” o de “derecha”. Es una solución lineal a un problema complejo, no lineal y de equilibrio dinámico.
- El burócrata o regulador suele tener una intención de control; no entiende y/o no respeta el auto-ordenamiento. Las reglas suelen ser artificiales, no emergen y no evolucionan con la experiencia, sino del limitado entendimiento del regulador.
- El gobierno, finalmente, es una persona o grupo de personas con intereses individuales, con una intención de poder. Un claro ejemplo es la economía de compadres, que un gobierno con demasiado poder suele generar o la corrupción que el exceso de regulación o la prohibición provocan.
Los problemas de un mercado debe resolverlos el propio mercado, es decir, la comunidad actuando en libertad, no el gobierno. La regulación del mercado es buena cuando respeta la libre distribución de la información, el auto-ordenamiento, la intención de cada quién y el ajuste de las reglas conforme a la experiencia colectiva.
El verdadero mercado debe operar en libertad para ser efectivo. Por ello, la economía de mercado también genera la necesidad de libertad política. La libertad genera la creatividad y la responsabilidad de cada quien. Quien se opone al mercado libre generalmente es porque desea un beneficio personal, una protección contra la competencia y un seguro contra el fracaso. En resumen: pretende un beneficio personal y un costo público.
Los resultados de un mercado no son equitativos, aunque el mercado sea equitativo. Siempre habrá ganadores y perdedores, y eso es lo que genera conocimiento colectivo y el desarrollo. Si el vendedor pierde continuamente, es porque lo que vende o pretende vender no tiene valor para los compradores.
La pobreza sistémica de un grupo de personas en relación a otro grupo puede derivarse de falta de conectividad, falta de conocimiento, reglas contrarias al auto-ordenamiento, poca o mala información y/o una intención equivocada respecto a la libertad, al mercado y su papel como comprador o vendedor.
La intención no debe ser lograr igualdad en los resultados, sino que todos puedan jugar el juego. Si un grupo es tan pobre en información, conocimiento, conexión o por alguna regla, la comunidad puede otorgarle un mínimo de conocimiento, información o conexión o un cambio de regla para meterlo al juego, pero no debe interferir en la intención de cada quien.
Hay individuos que quieren ganar sin jugar, ya sea como vendedores o como compradores, mediante reglas no equitativas. Estos individuos pretenden el poder del Estado para beneficio personal, pretenden terminar el juego, convertirlo en un juego finito. El colectivo siempre debe estar atento a estas intenciones, ya sea de vendedores o de compradores que quieren ganar sin competir.
La intención colectiva entonces es que todos jueguen de manera infinita el juego con las mismas reglas, no que todos sean ganadores o que no haya perdedores, y que todos puedan impugnar un resultado específico por quebranto de reglas, lo que se conoce como “debido proceso”.
No hay sistemas perfectos, el ser humano no es perfecto, pero el mercado es un gran acierto colectivo de la humanidad en función de su inteligencia colectiva y su sociabilidad. Es un instrumento perfectible por sí mismo, siempre y cuando se respete su capacidad de auto-ordenamiento.
Los países más ricos y equitativos son aquellos que han entendido esto, los más pobres son aquellos que siguen creyendo que el gobierno sabe más que el mercado e intentan tratar a algunos individuos como menores de edad.
En México, aún no entendemos el valor del mercado, la competencia, la propiedad privada y el respeto a los individuos. Por ello, seguimos padeciendo de corrupción, inseguridad, pobreza y mal gobierno, aunque seguimos prefiriendo escuelas y hospitales privados y emigrando con ahorros o en persona a Estados Unidos.
Fuente:https://www.forbes.com.mx/el-mejor-regulador-siempre-es-el-mercado/