El día que no hubo informales
Fuente: El Financiero (Opinión)
Por Enrique Quintana
Hagamos un ejercicio de imaginación. Supongamos que una mañana nos despertamos y nos damos cuenta de que los trabajadores informales han desaparecido y todos ellos se han convertido en empleados formales.
No vería usted entonces ambulantes en los semáforos o taqueros y torteros en las banquetas. Tampoco los vendedores de chácharas y ‘piratería’ en múltiples plazas. Incluso, los tianguistas habrían cedido su lugar a mercados bien organizados, limpios y modernos.
¿Cuál sería el efecto que ese hecho podría tener en la economía mexicana? Hasta ayer, hubiera sido imposible responder a esta pregunta con cierta precisión. Hoy, gracias a la información que el Inegi dio a conocer, podemos tener una respuesta.
El empleado formal, de acuerdo con esta investigación, genera un promedio de 387 mil 355 pesos cada año (a precios constantes de 2008). Ojo, no es lo que gana sino el valor que crea.
El empleado informal en México, en contraste, produce 118 mil 523 pesos anuales. A precios actuales, es algo así como 490 mil y 150 mil pesos, respectivamente.
Si 10 por ciento de los empleados fueran informales y 90 por ciento formales, quizás no habría mayor problema. Pero resulta que 58.2 por ciento de la población ocupada está en la informalidad y 41.8 por ciento en la formalidad.
En términos de las cifras actuales, esto significa que hay 28.7 millones que generan 150 mil pesos anuales y 20.6 millones que producen 490 mil.
Simplemente por aritmética, el valor agregado adicional que traería consigo la generalización de la formalidad es de ¡9.75 billones de pesos anuales!
En ese escenario, resulta que el PIB crecería 58 por ciento, simplemente por ese hecho.
Pero, no seamos tan ambiciosos y pensemos que sólo se va a la formalidad una de cada tres informales. Aun así habría un impacto positivo de 3.25 billones anuales y un crecimiento del PIB de casi 20 por ciento por ese simple hecho.
Cuando se ve dónde están los informales se entiende lo que debería pasar en la economía mexicana para reducirlos.
En las actividades agropecuarias, la contribución de los informales a la generación del PIB del sector es de 93 por ciento. En los servicios personales, ese porcentaje es de 78 por ciento y en el comercio de 52 por ciento. En sectores como la manufactura o la construcción, la tasa es mucho menor.
Esto quiere decir que si hubiera mucho más empleo en la construcción de infraestructura o en la industria, se crearían puestos mucho más productivos.
Lo que el Inegi nos revela es que no basta con crear empleos. Si éstos son poco productivos, tanto su remuneración como su contribución a la generación de valor, serán limitadas.
La clave para garantizar un crecimiento que permita elevar los niveles de vida de la población es que sean creados empleos cada vez más productivos, en los que el valor generado sea cada vez mayor.
Y, para eso se requiere educación, tecnología y organización.
¿Suena sencillo? Pues es más complicado de lo que parece, tal y como nos lo muestran los datos del Inegi.