Desinflando al peso
(Editorial publicado en El Norte, marzo 6 2009)
Fernando Turner
De nueva cuenta, aparecen la preocupación por la baja del peso y la abundancia de comentarios infundados.
El Peso se depreció fuertemente ante la crisis financiera, porque lo había inflado el Banco de México al dejarlo "flotar" cuando sobraban dólares por los elevados precios del petróleo; por la plataforma de exportación mantenida para aumentarle ingresos al Gobierno; y por altas tasas de interés, supuestamente para combatir la inflación, mismas que atrajeron nocivos capitales golondrinos.
Esa política, aunada a la protección a monopolios públicos y oligopolios privados y a la liberalización de los sectores productivos, es causa principal de la baja inversión nacional, del desempleo y de la falta de competitividad del País.
Al establecer de facto un control de precios sobre los bienes comerciables internacionalmente (todos los del sector productivo, salvo los de los consentidos) y obligar a competir internacionalmente con una moneda sobrevalorada (con lo cual se reciben menos pesos por los mismos dólares), mientras se usan los monopolios del Gobierno como recaudadores y se garantizan rentas indebidas a los oligopolios privados, se reduce la rentabilidad de las inversiones y éstas escasean.
Esto tan sencillo y obvio, va contra los dogmas del delirio neoliberal, que han sido popularizados entre la población y "líderes de opinión", con propaganda sostenida por el último cuarto de siglo. De ahí el mito de las causas aparentemente siniestras que expliquen el derrumbe.
Se ha caído tan fuerte la moneda porque se quitaron los globos que la sostenían.
Desde 1996, año en el que se logró un superávit comercial con poca exportación petrolera, y hasta el 2007, el peso sólo se depreció 47 por ciento contra el dólar, mientras el índice general de precios aumentó 189 por ciento.
Peor aún, la canasta de bienes con precios administrados y "controlados" creció 235 por ciento. De 12 por ciento de subvaluación en 1996, Banxico infló la moneda hasta sobrevaluarla en 45 por ciento en marzo del 2002. Luego bajó hasta agosto del 2008, cuando la sobrevaluación era de 28 por ciento.
La verdadera devaluación de la moneda es su disminución de poder de compra, y si no se ajustó contra el dólar fue por incompetencia para diseñar una política cambiaria que mantuviera una tasa de cambio competitiva que detonara el crecimiento.
Por dogmatismo, resolvieron dilapidar los dólares del petróleo en importaciones subsidiadas para bajar artificialmente la inflación, subsidiando el consumo, lastrando la competitividad del sector productivo.
Escogieron penalizar inversiones y generar desempleo por miedo a atacar los monopolios y oligopolios, verdaderos causantes de la inflación. Mientras tanto, China y el resto de Asia subvaluaron sus monedas, atacaron monopolios, crecieron y emplearon.
Los políticos delegaron el manejo económico en los tecnócratas y se hicieron de la vista gorda ante los oligopolios privados. Privilegiaron la recaudación mediante monopolios estatales, para tener amplios recursos fiscales para gastarlos irresponsable y egoístamente en ellos y sus clientelas.
La pobreza se reduce con empleos. Los empleos se crean con inversión privada. La inversión aparece cuando hay rentabilidad. No hay rentabilidad conjuntando sobrevaluación monetaria, liberalización comercial y monopolios.
Ahora hay una oportunidad. No inflemos de nuevo al peso y evitemos que los monopolios y oligopolios aumenten sus precios. Con eso, la relación de precios internos cambiará y el sector productivo renacerá. La falta de ingresos petroleros la supliremos invirtiendo y trabajando. Reduciremos la pobreza creando empleos.
Ah, pero eso implica menos dinero para el Gobierno, enfrentarse a los poderosos y consentidos, y que los políticos se ajusten el cinturón. He ahí, junto con la ignorancia y el dogma, los peligros.
El autor es presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes, A.C. ftd@katcon.com