Carstens desarmado
La fuga de capitales está a punto de alcanzar el nivel de ESTAMPIDA, y si eso aconteciera ya le podemos decir adiós a toda pretensión de ser una nación con potencial de prosperidad.
Fuente: elnorte.com
Por FRICASÉ/ El abogado del pueblo
Qué equivocados estábamos, amigos lectores, en un anterior artículo: cuando iniciaba el desliz del peso, sugerimos que estaba en manos del Gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, frenar la caída del peso.
«Que aumente la subasta diaria de dólares», sugerimos para respaldar al peso, que para eso sirven nuestras reservas de más de 190 mil millones de dólares (192 mil 413 millones de dólares en este mes, para ser precisos).
Y nada, que el peso parece que va en tobogán directo al infierno y nadie parece pararlo; puede tener días de leve recuperación, pero la tendencia es claramente negativa.
La fuga de capitales está a punto de alcanzar el nivel de ESTAMPIDA, y si eso aconteciera ya le podemos decir adiós a toda pretensión de ser una nación con potencial de prosperidad.
Los números lo dicen todo: nuestras reservas, es cierto, son de más de 190 mil millones de dólares, pero también lo es que los valores en manos de extranjeros, hasta la mitad del año, equivalen a más de 286 mil millones de dólares.
¿Conclusión? La puerta de salida no es suficientemente ancha para acomodar a todos los que se quieran salir de México por la caída del valor de su moneda.
Es decir, son mayores los recursos con el potencial de arrancar vuelo hacia Estados Unidos que los que tenemos de reservas: tratar de frenar su desliz, una vez que inició el proceso de devaluación, pudiera ser el caso de «muy poco, muy tarde».
Igual si se atacaba a tiempo, con mayor vigor inicial, cuando primero mostró nuestra moneda signos de debilidad, se pudo haber contenido su debilitamiento, mas como ya rompió récords, y ya tenemos expertos pronosticando que se va a ir a más de 17.50 pesos por dólar para fin de año (y esto según los optimistas), mucho tememos que el ÉXODO de la inversión extranjera ya inició.
Igual le dieron demasiado crédito nuestros funcionarios al «blindaje» que, según ellos, habían dispuesto en torno a nuestra economía o minimizaron los riesgos externos o descuidaron el crecimiento interno o nunca imaginaron que «El Chapo» les iba a derrumbar su castillo de optimismo minando sus cimientos con la construcción de un túnel.
Seguros estamos de que cada economista que consulten les tendrá una lista de razones distintas para explicar este fenómeno.
Mas lo que sí se puede afirmar, sin temor a duda, aun no siendo economista ni financiero, es que a niveles de 16.50 a 17.50 pesos por dólar a los que podría llegar nuestra moneda, a menos de que el conjunto gubernamental -no sólo Banxico, ya que colgarle toda la responsabilidad al Dr. Carstens de defender el peso no sólo es injusto, sino irreal como se los demostramos con las cifras- tome sinérgicamente medidas urgentes y efectivas para reactivar nuestro consumo interno y detonar el crecimiento económico, el DAÑO que sufrirá nuestra economía por el deterioro acelerado del valor del peso supera por mucho los beneficios que de una subvaluación o devaluación puedan cosechar nuestros exportadores.
Roto el equilibrio, sólo cosas malas pueden pasar: esta película ya la hemos visto los mexicanos, ya conocemos los estragos causados por la fuga de capitales, ya sabemos lo que es ver al peso en caída libre, ya hemos sufrido la desaparición de nuestro poder adquisitivo en insumos y materias primas.
Nos esperan días muy aciagos a los mexicanos si esta tendencia devaluatoria de nuestra moneda no se atiende de manera coordinada e integral.
A estas alturas deben considerar los integrantes de nuestro Gabinete económico que muchas de las premisas que asumieron en temas como la llegada de inversión extranjera con la reforma energética, resultaron inexactas.
Igualmente que menospreciaron el efecto negativo en la economía ciudadana y empresarial de la reforma fiscal, vaya, en suma, que dieron por hecho cosas que no eran ciertas o bien que sobre dimensionaron.
Quizá estemos a tiempo de un examen de conciencia objetivo, al cual le siga no una sola, sino una serie de RECTIFICACIONES en la conducción de nuestra economía que no sólo urgen, sino que resultan vitales para su buena marcha.