Astillero: Rediseño sin oposición
Fuente: La Jornada
Por Julio Hernández López
El saldo de los primeros 21 meses de Enrique Peña Nieto al frente del gobierno mexicano es altamente positivo para los intereses que representa. En un tiempo récord, y sin verdadera (casi ninguna) oposición al frente, logró un profundo rediseño jurídico, económico y político que beneficia a las élites y particular y peligrosamente a potencias e inversiones extranjeras.
Mediante el (ab)uso politizado de la ley, el amago de recortes reformistas a ‘‘monopolios’’ o ‘‘duopolios’’ a los que la docena trágica panista permitió desbordarse, y con la promesa de nuevos negocios por venir, reconcentró en Los Pinos buena parte de los mecanismos de poder, metaconstitucionales y fácticos, que ahora han revalidado su militancia financiera, mediática y política (sin necesidad de credencial de tres colores) en el proyecto del cesarismo reconstruido y que, junto con los nuevos intereses codominantes, los de los consorcios extranjeros, en especial los energéticos, se esforzarán en cuanto sea necesario para que continúe en México el mismo esquema priísta-peñista de control político y social que siga dando marco, fluidez y garantías al esquema de explotación económica.
Inculto, incapaz de recordar los nombres de tres libros que hubieran determinado su vida; dependiente del teleprómpter, pues al hilar en vivo comete tragicómicos errores de dicción y concepción; profundamente falto de conocimiento del México verdadero y por tanto afectado de una insensibilidad social evidente a pesar de la demagogia que le hacen pronunciar; apuntalado por los excesos propagandísticos a través de prensa alineada con él y de pantallas controladas, y militantemente ajeno a cualquier asomo propio de teorización política o ideológica, el personaje que hoy entregará al Congreso de la Unión su segundo resumen de actividades anuales logró mediante artimañas, promesas, ofertas y enjuages varios (instrumental absolutamente propio del oficio político pragmático) un cúmulo impresionante de reformas constitucionales (y de ajustes en las leyes secundarias, igualmente favorables a los intereses de ese peñismo) que no sólo no puso en llamas al país ni lanzó a las calles a los partidos opositores, sino que los dos principales de ellos hasta ahora, PAN y PRD, pelean abiertamente réditos de ese reformismo para atribuirlo a sus galones, con Gustavo Madero reclamando vehementemente el que Peña Nieto presuma ‘‘con sombrero ajeno’’ al asumir como triunfos propios los que en todo caso habrían sido por inspiración o con la colaboración clave de los panistas, y con el sol azteca alborozado por poder escoltar públicamente, con sus dos presidentes de mesas camarales directivas, el diputado Aureoles y el senador Barbosa, al reformista tan respetado y respetable a pesar de que al mismo tiempo que lo flanquean laudatoriamente dicen preparar una magna consulta popular para ‘‘echar abajo’’ a la madre de todas esas reformas, la energética.
A contracorriente de ese saldo tan exitoso para EPN en las alturas y en las leyes, el México de abajo y en la realidad sigue no igual, sino peor. El primer tercio de esta administración (aunque se recuerda que en realidad el ‘‘segundo Informe de labores’’ se refiere solamente a 21 meses, no a 24) ha visto bajar la inseguridad, pero sólo en términos de presencia pública, pues la nueva ‘‘narrativa’’ oficial ha impuesto a los medios de comunicación ‘‘mesura’’ en el tratamiento de la información de enfrentamientos, masacres (recuérdese Tlatlaya y sus 22 ejecutados), violaciones a los derechos humanos, predominios regionales de cárteles, sustitución generalizada y extrema de funciones del Estado (La Tuta en funciones de juez familiar y notario público) y subsistencia de las peores prácticas de las empresas de crimen organizado. Michoacán es un ejemplo doloroso, aberrante (con sucomisionado Paulette, Alfredo Castillo, invalidando el pacto federal) y socialmente infructuoso, de trágicos juegos criminales desde el poder (alentar y luego reclutar o combatir a autodefensas como fichas de casino) y de reorganizaciones gerenciales a conveniencia de las nuevas administraciones.
En lo económico, el país no avanza, sino retrocede. A pesar del Reino del Espot, los mexicanos saben que en la realidad su situación se complica día con día. Peña Nieto apuesta a las inversiones extranjeras por llegar, pero aun así advierte que las cosas no serán fáciles ni inmediatas. Una sociedad políticamente anestesiada (no por culpa de ella, que ha buscado en más de dos ocasiones planes y líderes que luchen más allá de lo electoral, sin encontrar más que la recurrencia a la fórmula de los discursos, las giras y los candidatos que desembocan en fraudes cantados), mediáticamente controlada, preocupada en lo económico por sobrevivir, sabedora de que en 2015 y en 2018 el PRI hará lo que sea para conservar y acrecentar su poder, pareciera tener como válvula más inmediata de explosión el enojo extremo ante el descarado e incesante abuso del poder, en especial en medidas de incumplimiento de programas públicos, de desatención criminal en servicios esenciales, de rapiña en cuanto a tierras y riqueza nacional, y de insensible aplicación de medidas económicas intolerables.
Termina formalmente hoy el primer tercio peñista, dedicado por entero a la preparación reformista. Sigue el de la concreción de esos nuevos diseños, con elecciones intermedias. Ya se verá si el pragmático atlacomulquense continúa con el saldo altamente positivo que para él, su grupo y los intereses que representan ha significado este primer tramo.
Y, mientras Raúl Cervantes Andrade (aplicado conductor técnico del proceso de aprobación de reformas peñistas) ha dejado la presidencia de la mesa directiva del Senado y la condición de legislador (un año será académico del ITAM), para no tener impedimento jurídico para ser devolutoriamente elegido en noviembre de 2015 ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y eventualmente presidirla como pieza de Los Pinos, ¡hasta mañana!