Universo Pyme.
(Fuente: El Financiero, septiembre 2 de 2008).
Una plática con un especialista internacional alerta del escaso margen que tiene México para incorporarse a la vanguardia económica global; no habrá mayores oportunidades. Está por partir el último tren hacia la modernidad.
Si México no aprovecha esta coyuntura, se quedará en el concierto internacional jugando un papel mediocre. Y las Pymes deben desempeñar un papel central en este célebre y angustiante posible abordaje del último vagón.
Parte el último vagón del último tren. México no tendrá más oportunidades para subirse.
Esta sentencia me recuerda un pasaje reciente en el que un alto funcionario de la Secretaría de Economía del sexenio anterior, me comentó, tomándome del brazo y hablando ambos del futuro del país mientras caminábamos hacia un restaurante:
-Las cosas están de la chingada -fue contundente, claro, preciso.
No había yo terminado de asimilar la sentencia cuando agregó un componente:
-Pero prometen ponerse peor.
El pesimismo del ahora exfuncionario radicaba en el escaso margen que el Congreso había otorgado a la política de apoyo a las Pymes.
Se privilegia a los bancos comerciales reduciéndoles la exposición a pérdidas por financiamientos a Mipymes por sobre la necesidad de apoyar a estas empresas, que deberían ser el punto neurálgico de un cambio estructural en el país.
En este renglón coincide plenamente un especialista nacido en el extranjero, criado en la Gran Bretaña, en cuyas fuerzas armadas sirvió durante varios años. Por específicas razones acaba en México en una Pyme que tiene trato exclusivo con firmas de gran tamaño con alcances multinacionales.
Pero la parte conceptual más rica de este empresario es que tiene perfecta claridad en cuanto a la existencia del último vagón del último tren llamado innovación.
Y si México no se sube, se queda fuera de grandes oportunidades.
Es mentira que la proximidad geográfica con Estados Unidos pueda representar siempre una pieza de oro en la relación bilateral y ante los escenarios globales. Ya dejó de serlo.
En 1998 costaba el doble de caro mandar mercancías de China hacia Los Ángeles respecto al costo de enviarlas de México hacia la misma ciudad de la Unión Americana. Hoy es más caro del DF hacia Los Ángeles que de Hong Kong a Los Ángeles.
Los nuevos barcos cargueros transportan 14 mil contenedores. El Emma Maersk entró en funciones a finales de 2006. Se opera con 13 personas. Hace 50 años el barco más eficiente para envío de carga transportaba 58 contenedores.
Esa ventaja geográfica está muerta. Y no volveremos al pasado nunca.
Pero hay más: 14 de las 23 principales escuderías participantes en la Fórmula Uno se encuentran en el sureste de Inglaterra. Las razones: en ese territorio existen las empresas necesarias para atender sus necesidades. Mipymes el 95 por ciento.
Las necesidades de las grandes empresas están bañadas de innovación. Y la Innovación está concentrada en pocas Mipymes de pocas naciones.
En 2007 tan sólo cuatro países en el mundo (Japón, Estados Unidos, Alemania y Corea) concentraron 60 por ciento de todas las innovaciones. Si agregamos las siguientes cuatro naciones en materia de innovación tenemos ya concentrado en ocho países 95 por ciento de la innovación mundial.
Vamos a pensar que del resto del escenario de países, sólo cien tienen algo que aportar al terreno de la innovación tecnológica y que entre esos cien países se encuentra México.
¿Pudiéramos aspirar a 0.05 por ciento de la innovación mundial? Si es que nuestras universidades se ponen las pilas. Hasta ahora no lo han hecho.
El nivel de patentamiento de México respecto al de otras naciones es de vergüenza. Hay informaciones que señalan que México es el país 11 en cuanto a solicitudes de patentes. En 2007 el IMPI recibió poco más de 19 mil solicitudes provenientes de todo el mundo, y del total sólo 3 por ciento, es decir 630, corresponden a mexicanos.
El nivel de patentes crece a ritmo de 5 por ciento mundial. En 2005 en el orbe se solicitaron 1.6 millones de patentes y se concedieron 600 mil.
De las patentes otorgadas, 74 por ciento se concentran en 5 oficinas: Estados Unidos, Japón, Europa, Corea y China.
Y es que nuestra productividad académica da pena ajena. El sistema educativo nacional es el peor dentro de la OCDE. Ocupamos el honroso puesto 30 de 30 naciones participantes.
Será en parte porque a los gobiernos federales poco les ha interesado invertir en educación. Nuestra nación invierte en investigación y desarrollo tecnológico -según datos internacionales- 0.39 por ciento del PNB contra 2.26 por ciento del promedio de países pertenecientes a la OCDE.
Pero si tomamos en consideración la riqueza que se genera en México, es mayor que la de otros países. En términos absolutos, las cantidades que nuestro país invierte son mayores que las de otros países, incluso la propia Corea.
No obstante, el resultado de esa inversión es donde se encuentra la diferencia. Si relacionamos la cifra invertida en desarrollo e investigación tecnológica en México con el número de patentes, es donde nos damos un frentazo espectacular porque son muchas más las patentes que llegan a feliz término en Corea respecto a las raquíticas que llegan a tramitarse en México.
Mientras Corea solicita más de siete mil patentes anuales promedio, en México ni siquiera llegamos a 900. Y una nación que no tiene eficiencia en su inversión educativa, es una nación que no puede subirse al último vagón del último tren de la locomotora llamada innovación.
No es nada probable que México saque de la nada una multinacional, digamos, de la talla de Cementos Mexicanos. Es mucho más probable que microempresas, surgidas del motor emprendedor de los centros educativos superiores, guiadas por hombres de negocios titulados, exploren y atiendan esos nichos de hiperespecialización y consoliden compañías sólidas para las que el tamaño no sea una limitante, sino una ventaja.
Pero ¿quién debe marcar las prioridades nacionales para impulsar a esas Pymes?