Guerra de divisas
Fernando Turner
Opinión Invitada periódico El Norte
13 Nov. 10
En todo el mundo se habla de una inminente guerra de divisas o tipos de cambio, ocasionada por la estrategia estadounidense de reactivar su economía, inyectándole dinero y causando una devaluación del dólar, y por China, que utiliza un control cambiario para mantener su moneda subvaluada y apoyar su crecimiento abaratando sus exportaciones.
En publicaciones financieras internacionales, gobiernos y foros se debaten los efectos de esta guerra en el crecimiento económico y el empleo de los países, especialmente los menos desarrollados, y muchas naciones han tomado medidas para evitar que sus monedas se aprecien como resultado de entrada de capitales "golondrinos" y afecten así a sus productores nacionales.
Esos capitales entran en busca de tasas de interés mayores a las de sus países de origen, y salen sin aviso previo dejando devaluaciones, medidas de choque y crisis. Lo hemos vivido en México en 1982, 1985, 1995 y 2009 con graves devaluaciones.
Algunas naciones han bajado tasas de interés. Brasil ha aumentado varias veces un impuesto especial a la entrada de capitales "calientes". Sudáfrica ha liberalizado la salida de capitales. Chile tiene desde hace tiempo también un impuesto al dinero especulativo.
Pero para nuestros ínclitos tecnócratas, esa guerra no existe.
Presumen que entra ese peligroso e inútil dinero, que viene para aprovechar las altas tasas de interés que aquí padecemos dizque para controlar la inflación, y manejan este evento como si fuera una "muestra de confianza en nuestro sólido sistema bancario". No han aprendido del pasado ni aprenden del resto del mundo. Todos los demás están mal y ellos bien. Nadie alerta del problema. Muchos aplauden.
Ese dinero inútil, que sólo en bonos de renta fija a corto plazo llega a 36 mil millones de dólares, es una plaga para México. Revalúa la moneda artificialmente y aumenta el riesgo de una devaluación abrupta y descontrolada. Afecta nuestra competitividad y destruye empleos. Aumenta el costo de mantener reservas ampliadas, pues a esta deuda se le paga 4-5 por ciento anual y el capital se deposita en bancos extranjeros ganando casi cero, con lo que tiramos a la basura mil 800 millones de pesos sólo por mantener el dogma de libre entrada de capitales, que muchos otros países, entre otros los mencionados arriba, ya han condicionado para evitar este riesgo.
Una de las principales causas de nuestro bajo crecimiento económico en los últimos 30 años ha sido la insistencia de mantener una moneda sobrevaluada para tratar de atemperar la inflación, y así evitar el costo político de tener que controlar a los innumerables monopolios y oligopolios.
Aun con tasas de interés muy superiores a las internacionales y con una moneda sobrevaluada, sin eliminar el abuso de estos nocivos entes que aumentan sus precios a placer, la inflación será persistente, como lo será el estancamiento, el desempleo y la pobreza. Esta sobrevaluación tiende a agravarse ahora ante la entrada masiva de capitales volátiles que otros países, no el nuestro, combaten.
Una moneda sobrevaluada, como bien lo sabe China, afecta al sector productivo y favorece a las importaciones, frenando el crecimiento de la economía y del empleo. La terca política arriba explicada le cuesta al País cerca de 3 millones de empleos bien pagados, que se han cancelado en el sector dinámico de la producción, debido al dogmatismo y a la ineptitud de nuestros burócratas de la economía.
Ahora, festejando la "victoria" de haber recuperado, después de dos años, el mismo nivel de empleo de 2008, menos abren sus mentes y oídos para cambiar este y otros inconvenientes dogmas que nos mantienen derrotados.
¿Cuándo lograremos retirar a estos cerebros?
El autor es presidente de la Asociación Nacional de Empresarios Independientes. ftd@katcon.com