Costosa Libertad – Sergio Sarmiento

"Las colonias no dejan de serlo por ser independientes".

Benjamin Disraelí

 

La independencia por sí misma es positiva: los mexicanos hicimos bien en luchar por ella simplemente para no depender de Madrid para nuestras decisiones. Sin embargo, la idea de que la independencia acabó con un tiempo de pobreza para impulsar el surgimiento de un México más próspero es simplemente una mentira. El Virreinato de la Nueva España era una colonia razonablemente próspera, en tanto que la independencia produjo un notable y prolongado deterioro económico que no se revertiría hasta el Gobierno de Porfirio Díaz, que empezó en 1877.

Según "Historical Satistics", la magna obra del recientemente fallecido economista sueco Angus Maddison, la Nueva España tenía en 1820 un Producto Interno Bruto de 759 dólares por persona (dólares internacionales Geary-Khamis de 1990). Cincuenta años después, en 1870, casi al final de la era de Benito Juárez que concluyó en 1872, esta cifra se había reducido 11 por ciento a 674 dólares.

En 1820 la Nueva España era más rica que el resto de las colonias de Latinoamérica, que contaban con un Producto Interno Bruto promedio de 713 dólares, 6 por ciento menor al novohispano. Era más pobre que los países ricos de Europa occidental (Reino Unido, Francia, Alemania, etcétera), pero no demasiado. Con un PIB per cápita de mil 245 dólares, las 12 principales economías de Europa occidental superaban a la de Nueva España en 64 por ciento. Para 1870, cuando ya el PIB promedio de las 12 principales economías de Europa occidental se había elevado a 2 mil 088 dólares, su PIB por individuo era ya 209.8 por ciento superior al mexicano.

España, la metrópoli de la cual nos independizamos en 1821, tenía en 1820 un PIB per cápita de mil 008 dólares, 32.8 por ciento superior al novohispano. Para 1870 el PIB por cada español había aumentado a mil 207 dólares y la diferencia frente a México había aumentado a 79 por ciento.

En 1820 Estados Unidos tenía un PIB per cápita de mil 257 dólares, ligeramente superior al de las 12 economías principales de Europa occidental y 65.6 por ciento arriba del mexicano. Para 1870 ya contaba con una economía de 2 mil 445 dólares por habitante, significativamente superior a la de Europa, y 262.7 por ciento superior a la mexicana.

Canadá era sólo un poco más rico que la Nueva España en 1820. Su PIB per cápita de 904 dólares era 19.1 por ciento superior al novohispano. Para 1870, sin embargo, ya Canadá gozaba de un PIB per cápita de mil 695 dólares, 161.5 por ciento arriba del mexicano.

Australia, que era 31.7 por ciento más pobre que la Nueva España en 1820, con un PIB per cápita de 518 dólares, alcanzaba en 1870 una cifra de 3 mil 273 dólares, 385.6 por ciento más que México.

La independencia de México, en 1821, no fue el inicio de un periodo de mayor prosperidad. Al igual que en los países de África de mediados del siglo 20, la independencia fue por el contrario el comienzo de un tiempo de empobrecimiento. México tuvo que esperar a la Presidencia de Porfirio Díaz para encontrar un periodo de tranquilidad que se traduciría en inversión y en una mejoría en el nivel de vida de la población.

La libertad, por supuesto, no puede medirse en pesos y centavos o en dólares de Geary-Khamis. Hay muy buenas razones para pensar que México hizo bien en buscar su independencia. Pero no podemos aceptar la mentira oficial que nos dice que el periodo colonial fue un tiempo de gran pobreza que se superó sólo con la independencia.

La independencia tuvo para México un costo económico enorme. El país tendría que esperar más de medio siglo simplemente para recuperar el nivel de vida que había tenido al finalizar el virreinato.

 
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