Evasores conscientes
Fuente: Proceso
Por Sabina Berman
MÉXICO, D.F. (Proceso).- 2014 nos trajo la mala nueva del aumento de impuestos. A nadie le gusta pagar más impuestos, concedido, pero en este caso las circunstancias lo volvieron odioso e incluso opresivo. El aumento llegaba en un momento de incomparable corrupción, los periódicos del país se hallaban convertidos en un diario de la inmoralidad impune de la clase política, y por eso en este espacio de Proceso se me ocurrió publicar una cantata, no precisamente dedicada al odio a los impuestos, sino a algo más útil. A sugerir al ciudadano que condicionara su pago.
Antes de pagar impuestos, propuse, los ciudadanos estamos en el derecho de pedirle al gobierno una muestra de que nuestras contribuciones no serán dilapidadas en el último yate de Romero Deschamps. Antes de pagarlos, nos gustaría ver que el exgobernador Humberto Moreira no continúe pagando sus útiles escolares en España con lo que tomó del erario hace un par de años, 33 mil millones de pesos. Antes, no después de pagarlos, quisiéramos alguna certeza de que los legisladores mochos del PAN son sancionados por haber tomado moches al distribuir presupuestos por la República. Vaya, antes de dar nuestro dinero al erario, quisiéramos algún indicio de que el mismo gobierno que nos pide dar más, amarra las manos de sus funcionarios para que roben menos.
El llamado tuvo resonancia entre los lectores. Se difundió en las redes sociales y por email. A mi propia bandeja de correo llegó tres veces firmado por un anónimo. Un contribuyente sensible le compuso música y se cantó en algunos bares. Alguien pensó que era una broma pedirle a un gobierno mexicano alguna muestra de reciprocidad con la ciudadanía, y lo leyó en voz alta como un largo chiste en la cena familiar. Pero no era una broma. Era un llamado real a este gobierno para decidirse a no malbaratar el bono de buena fe de los ciudadanos en un nuevo gobierno presidido por un joven político y para atreverse a romper con una historia de enajenación entre gobiernos y ciudadanos e intentar una relación de confianza y decencia.
La contestación a la cantata vino en tres formas. El silencio del Secretario de Hacienda, la continuación de los casos de corrupción y, a últimas fechas, la declaración del presidente de la República de que la corrupción es una enfermedad cultural universal. Tache, tache, tache, tres errores en una sola frase del presidente Peña. La corrupción no es una enfermedad ni tiene su origen en lo cultural, es una deficiencia en un sistema político, en específico es la ausencia de un sistema de justicia probo, es decir, de jueces y policías honestos que sancionen el crimen de robar al erario. Y no, tampoco es universal. En los países con sistemas de justicia, cuando la corrupción ocurre es muy probablemente sancionada, así que ocurre muy poco, excepcionalmente, mientras en los países sin un sistema de justicia probo, como el nuestro, la corrupción ocurre por sistema, es más, es sistemática, y tampoco ocurre a todas horas y en cualquier transacción, sólo ocurre donde hay de dónde robar impunemente, es decir que sobre todo en los puestos públicos donde se dispone del dinero de nuestros impuestos.
En el mismo llamado a condicionar nuestro pago de impuestos, y en tres subsecuentes llamados bastante similares en este espacio de Proceso, expresé otra aspiración natural. Los ciudadanos quisiéramos saber en qué serán gastados nuestros impuestos. Si en los viajes de la hija de Romero Deschamps no, si en los lápices y los aviones de Humberto Moreira no, si en los departamentos de Arturo Montiel en París no, tal vez alguien podría informarnos en qué nuevas carreteras, hospitales y teatros, en qué nuevas escuelas y universidades y presas, en qué subsidios a pequeños empresarios, a la ciencia, a la cultura, a la innovación tecnológica.
De nuevo algún cínico leyó a sus amigos la petición como un chistorete. De nuevo el Secretario de Hacienda respondió con silencio. Y de nuevo el presidente, por vía también de su Secretario de Hacienda, respondió a esta duda con un mazazo. Anunció que las deudas de Pemex, debidas a la corrupción de su jerarquía, deudas de un monto equivalente a 5 puntos del PIB, serán cubiertas por los impuestos. En aritmética simple, eso es decir que este gobierno nos pidió, y nos pedirá anualmente, dar al fisco un aumento equivalente al 1 punto más del PIB, para saldar una deuda de 5 puntos del PIB de Romero Deschamps y otros secuaces. Y eso en el momento en que se prepara la venta de los derechos de explotación de nuestro petróleo a empresas privadas nacionales y extranjeras, una venta que le procurará al gobierno entradas fabulosas. Eso es decir que este gobierno ha decidido distribuir así las obligaciones nacionales. Todo para el gobierno, nada para los ciudadanos.
Para terminar el primer trimestre del año, el runrún de no pagar impuestos giraba intensamente por internet y un gentil lector me escribió para informarme cómo los ciudadanos inconformes podíamos ampararnos y en efecto, sin violar la ley, no pagar impuestos, y yo publiqué la información en este espacio. Acaso algunos atendiéndola, de seguro los más por otras rutas, varios miles de ciudadanos se ampararon y no pagaron en 2014 impuestos: 40 mil empresas y 20 mil grupos de ciudadanos, cada grupo de 6 a 10 ciudadanos.
No sé al lector, a mí me parece que sí tenemos derecho los ciudadanos a seguir condicionando nuestro pago anual de impuestos. A presionar a este gobierno para que dé indicios de que ha comprendido que la corrupción no somos todos, son ellos, los funcionarios públicos, y nosotros estamos hartos de pagárselas anualmente, amén de que sí deseamos saber en qué otros rubros gastan nuestro dinero. Es una postura justa. Es una postura digna. Es una postura que expresa que el país no es de unos pocos que nos lo ponen en renta, el país es de todos. Es una forma de Resistencia civil civilizada. Así que el llamado a los evasores conscientes del fisco sigue para 2015. Así que probablemente seguirá coleccionando adepto